Zenderos

Sagrada Familia: Daniel Dia 4

Hoy, mis amigas regresaban a la Ciudad de México. Desayunamos tranquilamente todos esa mañana. Yo me cambié a una habitación en el primer piso, al lado de Alma y Oscar. Ese día, volvimos a Zipolite para visitar la Playa del Amor y pasar un rato juntos tomando el sol, como Dios nos trajo al mundo. Caminando por la playa, me encontré con dos amigos que acababan de llegar de visita. Me dio mucho gusto verlos.

Comimos todos juntos de regreso en Ventanilla y, finalmente, nos despedimos de Norma, Laura y Zayra. Esa tarde, Alma, Oscar y yo nos sentamos en la arena a ver el atardecer mientras los turistas liberaban tortugas, una actividad dirigida por Daniel. De pronto, Alma encontró una tortuga perdida y empezó a redirigirla hacia el mar. Parecía que no quería irse, incluso el mar la devolvía. De repente, unos turistas se acercaron a preguntarle algo a Alma. Ella se volteó por unos segundos y una gaviota se llevó a la tortuguita. Oscar y yo no pudimos hacer nada porque estábamos algo lejos. Alma regresó un poco triste por lo que acababa de ocurrir, y Oscar solo le dijo: “Piensa que esta noche las crías de esa gaviota tendrán algo que comer”. Me pareció un evento muy simbólico, y creo que más para Alma, ya que ella perdió a su primer hijo a los 3 años por un accidente. Un hijo que, si viviera, tendría mi edad (44 años). No me imagino el dolor de perder a un hijo siendo tan pequeño, y luego seguir adelante y tener una hija de ahora aproximadamente 35 años y un hijo de 29 años, la misma edad que Daniel.

Esa tarde, conversando con Alma y Oscar, surgió el tema de Daniel. Les pregunté: “¿Qué onda con él? ¿Es gay de closet, bisexual, heterosexual?”. Entramos en debate. Alma estaba 100% segura de que era gay, ya que su hijo de la misma edad lo era y su experiencia le decía que sí. Oscar estaba en un 50/50. Yo tenía señales encontradas, ya que mostraba una conducta muy dual; a veces era muy sensible y femenino, y otras veces muy fuerte y masculino. Por momentos buscaba conectar mucho conmigo y buscaba el contacto físico, y luego nada.

Tenía que preguntarle directamente y no suponer. Les dije a Alma y Oscar que mañana lo haría. No habíamos visto a Daniel en todo el día. Pero Alma me dijo: “Si puedes, pregúntale esta noche; no dejes para mañana lo que puedes hacer hoy”. Alma y Oscar se fueron a dormir; ya eran como las 10 de la noche. Le mandé un mensaje a Daniel para ver si quería ir a caminar por la playa y ver la bioluminiscencia. Me dijo que sí, así que bajé por él.

Caminando, él me preguntó: “¿Cuáles son los planes para estos días que vas a estar acá, Rey?”

—Pues cambié mi vuelo para regresarme hasta el lunes, y mañana hay una ceremonia para la consagración de una escultura de Tonantzin en un templo en San Agustinillo; parece que podemos ir con Alma y Oscar. Y el viernes en la tarde traje 4 cuadros de LSD y le propuse a Alma y Oscar hacer una ceremonia al atardecer en la playa nosotros cuatro. Nunca he consumido LSD en la playa y tengo muchas ganas de hacerlo. ¿Has probado el LSD?

 —No, nunca lo he probado, pero no lo necesito; yo produzco mi propia droga —dijo Daniel.

—¿O sea cómo? A ver, explícame eso, que no entendí.

—Sí, no lo necesito. Te lo voy a explicar. Cuando tenía unos 13 años, me dio una infección de garganta muy fuerte y una fiebre muy alta, y empecé a tener alucinaciones. Aparecían fractales, luces y colores por todos lados, y mis sentidos se empezaron a mezclar; los olores los veía, los colores los sentía, algo que llaman sinestesia. Estuve unos dos o tres días con esos síntomas, pero no le dije nada a mis padres. La fiebre bajó y esos efectos se fueron. Tiempo después, de la nada, volví a sentir esa sensación. Estuve unos dos o tres días así, pero no se quitaba y tuve que decirles a mis padres.

—¿Estuviste teniendo efectos psicodélicos por dos o tres días? —le dije, asombrado.

—Sí, pero ya no aguanté y le dije a mis padres. Fuimos con varios médicos y hasta con pastores, porque mi familia es cristiana. Hasta que un médico, analizando bien mis síntomas, les dijo a mis padres que mi cerebro estaba produciendo algún tipo de enteógeno en exceso, por los síntomas que refería, y que no había medicamento o terapia para hacer que mi cerebro dejara de producirlo; que no era normal que el cerebro los produjera de esa manera y que había que esperar a que de forma natural el cerebro se calmara. Tal vez estaba pasando por un periodo de estrés fuerte y eso lo desencadenó.

—¿Estabas produciendo DMT o algo parecido en grandes cantidades? Wow, nunca había escuchado de alguien que le ocurriera algo así. ¿Y luego qué pasó? —Pues poco a poco lo fui controlando y descubrí que se activaba con la fiebre o escuchando ritmos repetitivos por cierto tiempo, entrando en un estado de trance.

—Wow, o sea que puedes drogarte a voluntad; el deseo de muchos, jaja. —Pues no es tan padre; imagina estar días en ese estado, sentir tanto es agotador.

—Me imagino; un viaje de más de ocho horas para mí ya es mucho —le dije.

Seguimos caminando por la playa y poco a poco empecé a entender la naturaleza de Daniel; su cerebro debía estar muy bien conectado, gracias a la sustancia que producía. Esa, sin duda, era la razón por la que mostraba una dualidad femenina y masculina muy evidente, además de una sensibilidad y empatía muy elevadas. Me contó que llevaba unos 4 años viviendo en Morelia y que trabajaba en un restaurante. El año pasado se inscribió en varios cursos en un centro cultural local, y el Teatro fue lo que más le llamó la atención. Dadas sus capacidades, en seis meses su profesor le ofreció un protagónico en el teatro de la ciudad, donde recibió una ovación de pie. En marzo, dos meses antes, su profesor le ofreció otro protagónico para una obra de Shakespeare, pero él lo rechazó porque tenía que hacer un viaje en abril y justo en esas fechas empezaban los ensayos fuertes. Su profesor le preguntó: “¿No puedes posponer ese viaje?” Y él respondió: “No hay manera; desde que tengo memoria, siempre he querido ver un eclipse de sol y mi intuición me dice que debo ir a ver el próximo que ocurrirá el 8 de abril en el norte de México”.

Varios se sorprendieron y no entendieron que rechazara una oportunidad así, ya que tenía una carrera muy prometedora en el teatro. Pero, aunque le gustaba mucho actuar, sabía que esa no era su misión en la vida. A principios de abril, se fue con un amigo suyo a ver el eclipse. Sin embargo, no quería ir a donde todo el mundo iba ir a verlo, en este caso Mazatlán, Sinaloa; tenía que buscar un lugar especial y encontró un volcán en el estado de Durango llamado el Jaguey que estaba sobre la línea donde iba a pasar la sombra. Su intuición le dijo que allí debía ir. Se fue con su amigo a la aventura. Pero fue complicado llegar porque no era un lugar turístico y no había transporte público para llegar. Pasaron muchas aventuras y causalidades peculiares que les ayudaron a llegar allí, así como algunos contratiempos como tener que acampar en medio de la nada, sin mucho abrigo y ser molestados por las vacas durante toda la noche, o ser acosados en el camino por una camioneta algo sospechosa. Sin embargo, también fueron ayudados por otras personas, granjeros locales, que encontraron muy curioso que dos jóvenes quisieran subir a ese cerro para ver el eclipse. Pero el viaje y los sacrificios valieron el esfuerzo, ya que desde lo alto de esa meseta, que asemejaba esos cerros que parecen cortados por un cuchillo que se ven en las películas del viejo oeste, pudieron observar cómo se acercaba la enorme sombra de la luna hacia ellos. Un espectáculo que, sin duda, debió haber sido alucinante.

Volcan El Jaguey Durango

Después entendí que fue el eclipse lo que nos conectó de alguna manera. Yo me encontraba en un festival de música medicina que se realizó en las chinampas de Xochimilco, y esa mañana me alejé del grupo para meditar solo durante las dos o tres horas que duró el fenómeno. Alma y Oscar, por su parte, estaban en una casa en Tlalnepantla; se subieron a la azotea donde hicieron un rezo y un ritual para conectarse con el eclipse. Fue sin duda en ese momento que nuestras vidas se conectaron, aunque nosotros todavía no lo sabíamos.

Pero un gran poder conlleva una gran responsabilidad. Tener un cerebro tan conectado tiene un precio, y es sentir demasiado. Cuando Daniel terminó con su novia, la carga emocional fue tan fuerte para él que la única manera de dejar de sentir tanto fue intentar poner fin a su vida. Pero Dios tenía otros planes. Una serie de eventos hizo que su amigo lo encontrara justo a tiempo para llevarlo al hospital y hacerle un lavado de estómago para salvarlo.

Después del eclipse, Daniel quería seguir viajando y recorrer el mundo, así que compró un boleto lo más pronto posible para Canadá. Pero su camino no era para allá, ya que al día siguiente Canadá impuso visa a todos los viajeros y no pudo hacer el trámite a tiempo para viajar a ese país. Las señales y su intuición le dijeron que debía viajar por México, así que aplicó a varios voluntariados y el que más le llamó la atención fue un pequeño hotel que trabajaba en conjunto con un centro de rescate y criadero de tortugas en Ventanilla, Oaxaca, donde vivían Alma y Oscar, y al que yo llegaría 15 días después.

Esa noche también le pregunté cuál era su orientación sexual. Me dijo que era heterosexual, pero que muchos pensaban que era homosexual, dada su dualidad y sensibilidad, causaba cierta confusión tanto en hombres como en mujeres, y era habitual que muchos hombres le tiraran la onda y las mujeres no.

Regresamos abrazados como hermanos al hotel, mientras las olas cubrían con pequeños destellos verdes nuestros pies yo le dije que ojalá algún día yo pudiera conocer a alguien y ser pareja de una persona con un corazón tan bonito como el suyo. Él me agradeció el cumplido. Estaba claro que de su parte no había deseo hacia mi persona, pero cuanto más hablábamos, más conexiones aparecían. Éramos muy parecidos en muchas cosas a pesar de haber nacido en contextos, lugares y tiempos diferentes (yo soy 15 años mayor que él). Algo nos enlazaba muy profundamente. ¿Qué era eso que nos unía? Eso lo descubriríamos días después…