Mi primer día en la India
Después de haber dormitado solo un poco, a las siete de la mañana subí a la terraza del Hotel por el desayuno que venía incluido con la habitación, hacia frio y una neblina gris que no dejaba ver más allá de 30 metros a la redonda, India seguía resistiéndose a dejarse ver, pero no había prisa ni ansiedad, finalmente estaba allí e iba a tener bastante tiempo para asimilar este país, había una cantidad inusual de aves alrededor y un edificio blanco no muy grande, que parecía ser una mezquita a lado, era el único indicio que estaba muy lejos de mi casa, es difícil describir la emoción que sentía, pero seguramente muchos de los que me leen la han vivido, siempre vi muy lejano ese momento y finalmente estaba allí, en el inicio de mi más grande aventura hasta ahora. Hice una videollamada con una amiga y con mi familia y me seguía pareciendo irreal que en mi casa estuviera en ese mismo momento obscureciendo, el desayuno fueron simples huevos revueltos, café, té, fruta y cereal. Poco a poco la terraza se fue llenando de viajeros, entre ellos uno que me dirijo la palabra con un acento claramente español, se llamaba Eduard un catalán de 30 años, psicólogo que un día simplemente decidido dejar su vida en Barcelona, tomar sus ahorros y darle un giro radical a su vida. Cuando uno viaja se conecta con muchas cosas y mucha gente, Eduard fue una de ellas, había llegado a Nueva Delhi un día antes que yo y su plan era similar al mío, viajar por dos meses por el norte de la India, aunque el venia sin ningún posible itinerario o idea sobre qué hacer en este país, razón que casi le cuesta ser timado por la típica agencia de viajes, pero tuvo la suerte de encontrarse con unos Indios bastante honestos y su historia me parece interesante compartirla con ustedes.
El primer día de su llegada fue abordado por un grupo de Indios que trataron de “ayudarlo” a planear su viaje, después de que finalmente se ganaron su confianza, le vendieron un paquete turístico todo incluido por 15 días (transporte, chofer, hotel, guía, alimentos) por la cantidad de $1500 euros y ya con el dinero en manos del hombre de la agencia, se dio cuenta que no era una buena idea, porque con esa cantidad uno fácilmente podría vivir bien en este país por unos tres meses, así que les pidió que mejor le devolvieran su dinero, porque quería pensarlo mejor y ustedes pensaran: Uy en mi país de mensos se lo regresan, pues sorprendentemente no fue así, le regresaron su dinero sin mucho problema, aunque todavía le invitaron un chai y trataron de convencerlo, en realidad la mayoría de los indios son personas sencillas y honestas que evitan tener conflictos con los extranjeros, un amigo hacia un estimado muy burdo y mencionaba que el 90% de los Indios eran buenas personas, pero recordemos que son 1339 millones de personas, es decir unos 139 millones de personas trataran de timarte o robarte de alguna forma (generalmente sin violencia)esto equivale a la población de México, pero el robo con violencia no es común en este país, aunque supe de casos donde te llegaban a drogar y a quitarte tus pertenencias.
Nueva Delhi era demasiado para Eduard y se iba al siguiente día hacia alguna ciudad más tranquila, compartimos contactos y lo agregue al chat grupal que había creado meses antes, nos despedimos sin saber si nos volveríamos a encontrar y bajo qué circunstancias.
La primer misión del día era encontrar una casa de cambio para cambiar a rupias los dólares que traía, nunca olvidare mi primer contacto con las calles de este país; el callejón empezaba a cobrar vida y la calle principal ya se encontraba en plena actividad, sabia a donde me tenía que dirigir, así que evitaba lo posible detenerme en los puestos que vendían infinidad de cosas útiles e inútiles, muchas desconocidas para mí, pero no me sirvió de mucho mi estrategia, era carne fresca y a los diez metros ya tenía a un Indio pegado haciéndome la pregunta básica.
- Where you from? *léase con tono indio y bamboleo de cabeza
- Mexico… y puso cara de tratar de buscar en su cabeza donde jodidos era ese lugar para inmediatamente decirme.
- Oh very nice country, you look like a indian muslim you know?* Obviamente el hombre no tenía ni idea de donde era México.
- Really?
- Sure, but i recomend you dress like indian, because the people bother you less if you dress like Indian, i know a very good place where you can buy your clothes*
Por allí viene el zarpazo pensé, solo me reí, le agradecí y le dije que no, al ver que no estaba interesado en ropa, lo siguiente fue ofrecerme drogas.
- I have very good weed, very good, you want it?*
Obviamente no iba a comprar drogas ilegales en mi primer día de estancia en ese país, Mi cabeza era un hervidero de ideas, emociones y sensaciones nuevas. Cuando llegué a la casa de cambio esta se encontraba cerrada y tuve que regresar al hotel pero durante todo el trayecto no me pude quitar de encima al Indio, que de alguna forma u otra quería venderme algo. Regrese a mi cuarto lleno de adrenalina, esos primeros 15 minutos en la calle habían sido suficientes para darme una idea de a lo que me iba a enfrentar los próximos dos meses, fue inevitable sentir un poco de miedo, pero si otros podían, ¿Por qué yo no?, planee bien mi siguiente ruta y la memorice para tratar de evitar en lo posible sacar el celular y parecer una presa fácil que necesitara ser guiada por algún Indio con intenciones mercantiles. Al parecer funciono porque en el trayecto ya nadie más intento pegarse como sanguijuela a mi costado, había tanto que ver, tantas cosas que me llamaban la atención. Me encanta la iconografía india y en este país está en todos lados, pase por una calle que se dedicaba a hacer esculturas de dioses hindús y que solo miraba de paso maravillado, esto para no tener quitarme de encima algún latoso vendedor, seis cuadras después llegue a mi hostal el cual tenía un guardia en la entrada que impedía entrar a cualquier persona que no tuviera nada que hacer allí (Indios de casta baja en general).
Me instale en una habitación compartida con seis camas, el lugar se veía limpio y con un aire muy relajado, contaba con agua purificada gratis para todos los huéspedes, agua caliente y una sección en el lobby donde podías dejar cosas que ya no usaras que otro podía requerir (ropa, comida, medicamentes, libros, etc), me lo tome todo muy en calma ya que iba a estar allí por unos cinco días y tenía tiempo suficiente para darle un vistazo a la ciudad.
Me encontraba cerca de la vieja Delhi y el fuerte rojo, así que después de haberme instalado estaba listo para perderme en esta ciudad. Camine con dirección al fuerte, tenía el resto de la tarde, al principio me costaba meterme en la cabeza que en ese país no me iban a tratar de agredir o asaltar con violencia, si me ocurría o perdía algo iba a ser más por mi culpa. Las primeras cosas que te quedan muy claro cuando uno empieza a caminar por esta ciudad es que:
- Casi no hay banquetas
- El tráfico se mueve por la izquierda como en Inglaterra, legado de este país.
- Los semáforos y señalamientos viales casi nunca se respetan a menos que sean grandes avenidas.
- Las vacas tienen derecho de paso divino y ocasionalmente pueden ser agresivas volviendo los callejones de la ciudad una pequeña pamplona con vacas.
- Nadie te va a dar el paso, es te avientas o nunca llegaras a tu destino.
- Tocar el claxon es deporte nacional, es la manera de decirle a todo mundo aquí estoy voy a pasar ¡QUITATE!
El viejo Delhi era como meterse al mercado de la Merced en la Ciudad de México pero en versión India LA LOCURA TOTAL, incluso para mí que me encantan los mercados mexicanos, este lugar sobrepasaba todos mis sentidos, nuevos olores, frutas, flores, especias, rostros, sonidos, y formas de relacionarse rebasaron mis sentidos y termine refugiándome en una mezquita muy bella y antigua con una plaza muy amplia que estaba aislada de todo el caos exterior el lugar de nombre Fatehpuri Masjid, fue un bálsamo para mis sentidos y era la primera vez que entraba a una mezquita, sabía que tenía que quitarme los zapatos, pero los cargue conmigo, no había nadie en la entrada que los cuidara y no quería tener que regresar descalzo al hostal, me puse a admirar el edificio y la plaza cuando de pronto un hombre se me acerco a preguntarme ¿de dónde era? inmediatamente pensé, aquí vamos de nuevo y me puse a la defensiva, pero lo deje hablar para ver qué era lo que quería obtener de mí, resulto ser un maestro que enseñaba el Corán en esa plaza a los niños que se congregaban y lo único que quería era mostrarme que ocurría allí y a que se dedicaba, nunca me pidió alguna cooperación o trato de venderme algo, me hablo sobre los niños que se aprenden de memoria el Coran (pero sin entenderlo) él lo consideraba un milagro, aunque para mis ojos occidentales tenía un dejo más de fanatismo y abuso infantil, al final lo único quería este hombre era darme un acercamiento a su fe.
Me senté un rato a dibujar y un joven que aprovechaba la calma de la plaza para estudiar, se acercó a mí para decirme que no podía poner la suela de mis zapatos tocando el suelo, que los tenía que poner de lado si los quería depositar en el piso, le pedí una disculpa y nos pusimos a platicar con el escaso ingles que el manejaba, estaba estudiando leyes y me mostro sus libros y trato de explicarme como era la universidad en su país, mientras yo le enseñaba lo que dibujaba, tampoco quiso aprovecharse de mí, al parecer no todos los Indios se acercan a los extranjeros con esa intención, como la mayoría de relatos de viajes así lo indicaba, estuve casi una hora en ese lugar, recobrando fuerza para seguir mi camino, algunos unos detalles curiosos que pude observar en las mezquitas fueron:
- No son solo centros religiosos, si no educativos, sociales y de congregación
- No hay ídolos, altares ni bancas como en las iglesias católicas.
- Todo el tiempo están barriendo el lugar de una manera muy peculiar.
- La suela de tus zapatos no puede tocar el suelo de la mezquita
- Todos son bienvenidos
Ya pasaban de las tres de la tarde y empezaba a tener hambre, pero entre el desfase horario, la comida de avión y el estar tanto tiempo sentado mi estomago se sentía algo indispuesto y no quería entrarle luego luego a la garnacha callejera India, así que busque algún restaurante más establecido, finalmente encontré uno que se veía limpio, iluminado y con gente, el siguiente reto era ¿Qué pido? Uno se tenía que acercar a la barra y pedir, en un extremo estaban los postres y en el otro la comida, era un restaurante de comida del norte de la India, pedí una lata chica de leche de almendra que estaba muy condimentada para mi gusto, un sándwich con algún guisado de verduras que se veía bien desde el mostrador y también me anime a pedir un platillo que después supe que se llamaba Dahi Puri, un snack bastante complejo para nuestros paladares occidentales que consistía en una bola frita hueca de papa y especias, rellena de algún guisado a elegir, bañada en una salsa de tamarindo y yogurt, espolvoreada con delgadas frituras de chícharo y cilantro, suena delicioso, pero había un ingrediente que nunca supe identificar que me provoco nauseas, no pude separarlo y termine por tirarlo, mi primer acercamiento con la comida India había fracasado. Salí a la calle a comprar en algún lado alguna coca cola que me quitara el sabor que me había dejado ese platillo, compre una lata la cual abrí, pero justo antes de tomarle me di cuenta que tenía que haberla limpiado muy bien, unas costras de mugre se alojaba en los pequeños espacios de la parte superior, la tuve que tirar, un poco derrotado aunque ya con menos hambre seguí caminando rumbo al fuerte rojo, los edificios eran muy antiguos y llenos de detalles, creo que era la única persona que los apreciaba en ese momento, todos parecían enfrascados en la actividad frenética diaria. Antes de llegar al fuerte rojo vi un hermoso edificio de mármol blanco con cúpulas doradas, había bastante movimiento en este lugar a diferencia de la mezquita, era un templo perteneciente a la religión Sikh llamado Gurdwara Sis Ganj Sahib que es una religión monoteísta originaria de la India, siendo la quinta religión con más seguidores en el mundo, aunque la mayoría se concentran en la región del Punjab al noroeste de la India, un estado frontera con Pakistan y que se caracterizan por su peculiares vestimentas y turbantes, estar siempre armados con una daga, tienen fama de guerreros, muchos de ellos forman parte de las fuerzas policiales o militares del país, pero también por ser personas más cordiales, tranquilas y ordenadas que los hindus.
Entré sin la más remota idea de qué tipo de rituales o reglas tenía que hacer para ingresar a este hermoso templo, por un instante pensé en retirarme, mi ignorancia me apenaba un poco, pero no había viajado tanto no experimentar esto, lo primero que observe es que tenías que quitarte los zapatos y calcetines, dejarlos en un lugar especial donde te daban una ficha metálica para después pasar al templo no sin antes lavarte los pies para poder ingresar, pues allí me tienen ingresando al templo cuando de repente una mujer corre a detenerme e indicarme que necesitaba cubrirme la cabeza y mando a su hija a que me trajera un pañuelo para poder hacerlo, el cual era de un rosa colorido con hilos dorados, le agradecí y le pedí disculpas e ingrese al templo, adentro todo estaba alfombrado y muy limpio, y una banda de música tocaba himnos tradicionales mientras la gente oraba sentada en la alfombra y otros desfilaban frente a las reliquias de su santos, en la parte superior había pequeños cuartos donde los hombres pasaban 24 horas seguidas recitando su libro sagrado, todo era nuevo y fascinante. Sali al balcón y pude ver el caos que había en la calle, estaba en la India, no podía estar más emocionado.
Ya no continúe hacia el Fuerte Rojo, no tenía caso llegar porque estaban por cerrarlo, así que baje hacia otra mezquita llamada Jama Masjid, una de las mezquitas más grande de la India, intente ingresar pero unos hombres me querían cobrar 300 rupias (3 dlls), aunque en la guía indicaba que uno podía ingresar sin costo, decidí no ponerme a discutir con ellos, me encontraba ya algo cansado y aparte no iba a apreciar bien el lugar porque empezaba a obscurecer, otro día regresaría, me interne nuevamente en las calles del viejo Delhi con dirección a mi hostal tratando de avanzar entre todo el caos, de pronto a las seis de la tarde por los altavoces de todas las mezquitas de la zona, empezó el llamado a la oración y todo se volvió aun mas surreal para mí, mucha gente se detuvo, y se arrodillaba en el suelo con dirección a la Meca, esto duro unos 10 15 minutos, las plegarias de fondo, rodeado de tantos caos y edificios muy antiguos me hizo sentir estar en otra época, era la primera vez que escuchaba el llamado a la oración y sentí escalofríos por todo mi cuerpo.
Esa noche ya en el hostal conocí a un italiano llamado Stefano quien me llevo a comer a un restaurancito cerca de allí muy rico y económico, ese día probé muy poco, seguía con el estómago sensible y me recomendó comprar unos polvos llamados Eno, me dijo que los tomara después de cada comida los primeros días o cuando me cayera la comida pesada, eso me ayudaría adaptarme mucho mejor a la comida de este país, funciono, en todo el viaje nunca tuve algún malestar estomacal.
Stefano era un Italiano que estaba por segunda vez en la india y acabada de llegar igual que yo, él ya era viajero experimentado en este país, sabia moverse muy bien en el país, pero era algo malo orientándose, así que hicimos muy buena mancuerna los siguientes días en Delhi y en varios otros lugares donde coincidimos, él fue otra de las personas con quien conecte muy bien en este viaje. Esa noche, aunque estaba bastante cansado, solo pude dormir unas horas, me costó trabajo dormir los primeros días, pero poco a poco mi reloj biológico se fue adaptando al cambio de horario.